miércoles, 25 de agosto de 2010

Isla de Armona (Algarve, Portugal)

La isla de Armona se encuentra en el sur de Portugal, frente a la ciudad de Olhao (que en español se lee "Ollau"). Desde allí parte el barquito que te lleva a la isla cada media hora, más o menos. Cuesta 1.60 euros el trayecto y tarda unos 15 minutos en llegar. A la isla no se puede llevar el coche, hay que dejarlo aparcado en Olhao. Si te da un poquito de grima dejarlo aparcado en la calle, muy cerca del punto de embarque hay un parking público cubierto vigilado, y el precio por día es de 13 euros. Es bastante nuevo y el personal es muy agradable. Si prefieres un viaje en barco más rápido y personalizado puedes alquilar un "taxi marítimo", hay como 5 ó 6 compañías y operan las 24 horas. Cuesta unos 20 euros el trayecto, la verdad es que es un poco caro. Puedes encontrar los números de teléfono en el mismo punto de embarque.

El trayecto es muy cortito, se puede ver la isla perfectamente desde la costa. Atravesamos la Ría Formosa para llegar a una isla pequeñita, llena de barcas y con un profundo olor a mar. El embarcadero es viejo, aunque creo que está en proyecto la edificación de uno nuevo (yo preferiría que no...). Las vigas de hierro oxidado que lo soportan están llenas de una especie de mejillones chiquititos. Una legión de niños y no tan niños se turnan para tirarse en bomba desde lo alto de la varanda del embarcadero, la verdad es que te entran unas ganas de saltar que no veas.

Desde aquí comienza un caminito de cemento, de unos dos metros de ancho, que recorre la isla de norte a sur. Es el único camino "pavimentado" que se puede encontrar en la isla, nada de carreteras, ni coches, ni ná de ná. La paz total. A cada lado del caminito están las casitas. Hay centenares, no sabría decir cuántas, pero hay muchísimas. Las hay de todos los colores, más grandes, más humildes.., están chulísimas. Me encanta pasear por allí y observar a la gente que vive de puertas para afuera, cocinando en sus porches, con el eterno olor a barbacoa...

Yo me he alojado en un parque de bungalows de Orbitur que hay allí. Por cierto, no hay hoteles, ni pensiones, ni campings. Allí sólo puedes alquilar una casa o un bungalow. La verdad es que están bastante bien y no están mal de precio. Nosotros éramos dos personas y nos dieron un bungalow para 5, a 89 euros por día. Tenía baño, cocina equipada, un saloncito comedor con tele y dos dormitorios, uno con cama doble y otro con tres camas más, además de un amplio porche con mesa y sillas y dos tumbonas. No nos podíamos quejar. A partir de las 11 de la noche empieza el "horario de silencio" y allí no se escucha un alma, se duerme muy bien y además la cama es bastante cómoda. Por cierto, está muy limpio y te proporcionan sábanas y toallas de entrada. Creo que si necesitas más tienen un recargo, aunque yo me llevé las mías propias.

Hay una serie de tiendecitas a lo largo de la isla donde puedes comprar fruta, verdura y cualquier cosa que necesites. Restaurantes hay pocos, está el Carlos Bar, el Tolinhas, el café Convivio, el Barbacana y otro más al final del caminito cuyo nombre no recuerdo ahora mismo. No son de etiqueta ni nada de eso pero no están mal, el pescado tiene fama de ser bastante fresco.

Lo mejor de esta preciosa isla, sin duda alguna, es su playa. Si aguantas la caminata de 20 minutos, necesaria para atravesar la isla, llegarás a una playa de arena blanca, inmensa, con el agua de color azul turquesa y temperatura excelente. A partir del medio día la marea empieza a bajar cada vez más. No te asustes, no es que vaya a venir un tsunami, es que aquí es lo que ocurre a diario. De repente empiezan a surgir islotes de arena frente a la playa y como la marea está tan baja se puede ir andando, el agua te llega por los muslos como mucho. Y ves a muchas personas agachadas en la arena, y te preguntas qué estarán haciendo. Pues practican el deporte local: coger coquinas. ¡Es una pasada! Me encanta, además es super relajante. Te sientas tranquilita en la orilla de estas mini-islas y te pones a escarbar en la arena. Aparecen las coquinas por todas partes, imposible encontrarlas más frescas. No hay que abusar, porque podemos acabar fácilmente con maravillas como esta, pero por lo menos para un platito para dos podemos coger. Encima tomas un color de piel precioso de andar marisqueando...

A mí esta playa me fascina. Da al océano, mientras que el resto de playas que rodean la isla a este y oeste son playas de ría, ya que dan a la Ría Formosa. Éstas también están muy bien, con el aliciente de que no hay que pegarse una gran caminata. De hecho, el parque de bungalows tiene salida a una playa que está muy chula, bastante tranquilita. En este lado no hay coquinas, pero sí hay "berbigaos", o berberechos, que cocinados con ajo, perejil y vino blanco están para chuparse los dedos, además son afrodisíacos...

La puesta de sol es mágica. Un día la vi desde esta playita de detrás de los bungalows, estábamos solos mi novio y yo, sólo se veía muy a lo lejos a varios niños jugando y algunos adultos cogiendo berbigaos. Teníamos nuestro mp3 con música que nos gusta, muy tranquilita. Fue un momento muy bonito, de absoluto relax. Sólo de recordarlo me relajo, es curioso.

Bueno, yo no recomendaría a nadie que fuese a esta maravillosa isla, así la preservaríamos mejor. Aunque yo, por mi parte, pienso volver el próximo verano para pasar otra temporadita tan estupenda como la que he pasado este año.